Correr una ultramaratón es una hazaña que pocos se atreven a enfrentar, pero para el capitán Elmer Carrillo, orgánico del Batallón de Fuerzas Especiales Urbanas N.° 5, este reto va más allá de la resistencia física.
En junio de este año, el capitán completó una ultramaratón de 180 kilómetros, corriendo sin descanso durante 42 horas. De los 80 participantes, solo 50 lograron cruzar la meta, y él fue uno de ellos, dejando en evidencia su capacidad para superar límites extraordinarios.
Ahora, con 240 kilómetros por recorrer en Brasil el próximo año, combina la disciplina militar con la perseverancia del corredor, demostrando que su preparación va mucho más allá del entrenamiento físico.
Cada día comienza para él a las 3 de la mañana. Mientras la mayoría aún duerme, Carrillo ya está en las calles, entrenando durante dos o tres horas. Luego, sin pausa, se dedica a sus deberes como militar, pero eso no es todo. Al vivir en el corazón de Bogotá, Carrillo aprovecha su ubicación para realizar su segundo entrenamiento durante el almuerzo. Sube y baja el imponente Cerro de Monserrate, terreno perfecto para templar su cuerpo y mente.
«Dios me ha dado un don, y la forma de fortalecerlo es con disciplina y perseverancia, sin importar las circunstancias», afirma. Esa conexión espiritual y el rigor del entrenamiento son lo que, según él, le ha permitido superar los desafíos más extremos, desde la vida en la selva hasta los intensos entrenamientos para una ultramaratón.
Las vivencias en entornos hostiles, enfrentando condiciones extremas, le han forjado una fortaleza mental invaluable. «En la selva aprendí que la mente siempre puede más que el cuerpo», asegura, algo que aplica tanto en su vida militar como en su pasión por las largas distancias.
El capitán, quien corre para superar sus propios límites e inspirar a quienes lo rodean, demuestra que ser ultramaratonista y militar no es una cuestión de elegir entre dos mundos, sino de encontrar el equilibrio en ellos.
Autor: prensa – Ejército Nacional