Desde que desplegamos nuestras alas, hemos forjado la cohesión del país en las alturas, sumando determinación, compromiso y sentido del deber. Una vez entre nubes, tejimos puentes que superaron la difícil geografía, fundiendo un crisol de identidades, culturas y tradiciones, patrimonios invaluables que constituyen la realidad de lo que somos: una Colombia diversa que escribe su propio destino con el tesón de su gente.
El ingenio que nos permitió volar por primera vez en 1919, al adaptar aeronaves norteamericanas y europeas a las condiciones andinas, amazónicas y tropicales, fue concebido no solo por la ilusión de emprendedores que cruzaron el Atlántico, sino también, por el empeño de aviadores colombianos que soñaban con unir al país y darle rumbo al progreso. Ellos, se convirtieron en los primeros portadores de nuestra vocación de victoria.
Las ligeras aeronaves con las que conquistamos los vientos, fueron reemplazadas por estructuras robustas y de metal, impulsadas por motores a reacción, pistones y diseños más aerodinámicos e inclusive de vuelo vertical, como los versátiles helicópteros. A ello, le sobrevino la era jet, con aviones que superaban la velocidad del sonido, revolucionando la estrategia en la ejecución de operaciones: el ser más veloces y potentes, propició el descubrimiento de nuevos horizontes.
Capítulo aparte merece el dedicado aporte de la FAC a la construcción de infraestructura, atención de desastres naturales y al desarrollo de operaciones humanitarias que salvan vidas. El apoyo al rescate de los niños indígenas en la Operación Esperanza, al igual que la repatriación de nuestros connacionales desde Israel –en medio del conflicto- son algunos ejemplos representativos de la incansable labor que adelantamos.
Al superar ingentes desafíos en el corazón de las regiones y territorios más apartados, bajo el rigor propio de los elementos, logramos poner en los cielos un poder aéreo que ha cambiado la historia de la nación durante 104 años. Este ímpetu inquebrantable, forjado por el empeño de compatriotas procedentes de todos los rincones del país, no solamente, nos ha permitido dominar la frontera celeste, también, trascender y convertirnos en la gran institución que somos hoy: la Fuerza Aeroespacial Colombiana.
Activos como el Centro de Operaciones Espaciales, SpOC, el FACSAT-1 y FACSAT-2, las misiones de astronautas análogos, el programa antártico y sistemas que combinan las ventajas de la inteligencia artificial con imágenes satelitales para combatir la depredación de ecosistemas sensibles, demuestran la presencia de nuestra Institución en los dominios que conciben el devenir contemporáneo de las sociedades. Avances que marcan la senda de la innovación, investigación, desarrollo e industrialización nacional.
Así se va a las estrellas, se ha erigido en una nueva frontera para brindar seguridad, resguardar la vida, crear conocimiento e inspirar a esta Fuerza que vive y avanza por Colombia. Quienes han hecho posible esta evolución –Oficiales, Suboficiales, Soldados y funcionarios civiles-, así como aquellos que continuarán dándole vitalidad e ímpetu -Cadetes y Alumnos, futuros líderes del poder aeroespacial-, son los mismos colombianos a quienes servimos y pertenecemos. Muchos de ellos, hombres y mujeres que deciden portar con orgullo nuestra divisa celeste, para darle alas al país.
Ahora, que observamos la superficie de la Tierra más allá de los límites de la gravedad, la Patria y la Institución reflexionan sobre el mañana. Con certeza, en este rumbo, impulsado por la misma nación, se encuentran la imaginación y la energía suficientes, para concebir el progreso de Colombia. Un presente y un futuro que se escribe con la mirada puesta en el espacio. ¡Ad Astra!
Autor: General Luis Carlos Córdoba Avendaño
Comandante Fuerza Aeroespacial Colombiana