Cerca de nueve mil hombres y mujeres del Ejército Nacional, la Armada de Colombia, la Fuerza Aeroespacial y la Policía desfilaron en la capital del país.
La mañana era fría. Incluso algunas gotas de lluvia alcanzaron a caer sobre la capital del país. Había temor de que el agua pusiera en riesgo el emblemático acto que se tenía programado.
Pero San Pedro tiene corazón pixelado y mucha fe en la causa. Y en lugar de lluvia abrió las ventanas del cielo y los rayos de sol iluminaron la avenida Boyacá, el lugar dispuesto para conmemorar los 213 años del grito de independencia.
Miles de habitantes de Bogotá se apostaron a lado y lado de la vía, entre las calles 153 y127. La mayoría lucían con orgullo la camisa de la Selección de fútbol. Otros llevaban el tricolor pintado en sus mejillas y algunos ondeaban la bandera de nuestro país con orgullo.
Los asistentes llegaron muy temprano, aunque sabían que el desfile solo iniciaría hasta las 11 de la mañana. Desde las 7:00 a.m. se comenzaron a observar personar que querían tener le mejor ubicación y poder tomar fotos y videos al paso de los uniformados.
Desde el balcón de su casa estaba don Francisco Sarmiento Carrasquilla. Un hombre de 79 años. Con su pipeta de oxígeno y la careta que debe usar por momentos, acomodó un parlante y un micrófono. Y mientras pasaban los militares por el andén en búsqueda d punto de partida, les enviaba mensajes de apoyo.
“Ánimo mis soldados, ustedes son el orgullo del país. Estamos con ustedes. Desfilen orgullosos, nosotros los aplaudiremos hasta el cansancio”. Repetía una y otra vez don Francisco. Los miembros de la Fuerza Pública lo saludaban con las manos y le sonreían.
Los vendedores ambulantes aprovecharon la multitudinaria asistencia y vendieron de todo. Agua, gaseosas, mecato, dulces, comestibles, incluso algunos alquilaban sillas para que los asistentes estuvieras más cómodos. Y es que estos eventos son fundamentales para la economía. Las tiendas, restaurantes y establecimientos cercanos no dieron abasto por la cantidad de clientes en búsqueda de algún producto que les calmara la sed o el hambre.
Por fin inició el evento. Sobre el medio día el señor vicealmirante Juan Ricardo Rozo Obregón, dio el primer paso y ordenó a las tropas iniciar el desfile militar y policial en honor al pueblo colombiano. El alto oficial, de traje blanco y empuñando su sable en la mano derecha lucia emocionado. No era para menos. Era la primera vez en la historia, que su Fuerza, la Armada de Colombia lideraba este evento patrio. El Bicentenario Naval fue el motivo para que los hombres y mujeres que defienden el azul de la bandera dieran la partida.
Al paso de la tribuna principal, los miembros de las diferentes instituciones saludaban a la vicepresidenta Francia Márquez, al señor Mayor General Hugo López Barreto y a la comitiva del alto gobierno que aplaudían las diferentes muestras de las capacidades con las que actualmente cuentan las Fuerzas Militares en pro de la soberanía, la seguridad y el bienestar de los colombianos.
Cuando los bloques comenzaron a pasar frente a la comunidad, estos comenzaron a saludar y aplaudir. Eran instantes realmente emocionantes que erizaban la piel. Los más pequeños eran quienes más sonreían y saltaban de la alegría al ver pasar a los marinos, soldados, aviadores y policías.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando la carroza de la Operación Esperanza hizo su arribo. Seis Comandos de las Fuerzas Especiales y cuatro indígenas iban en la cama baja dispuesta por las Fuerzas Militares para rendir homenaje a ese gran esfuerzo humanitario, que logró ubicar y traer con vida a los 4 hermanos que estuvieron durante 40 días desaparecidos entre las selvas de Caquetá y Guaviare.
Nicolás Castellanos, de una comunidad indígena del Putumayo y quien fue uno de los nativos que encontró a los cuatro pequeños, era el más feliz. Y como no estarlo, si estaba recibiendo de manera espontánea el cariño de cuentos de personas que le reconocían a él y los militares, el arrojo, heroísmo y entrega durante esos difíciles y agotadores días, que por fortuna tuvieron un final feliz.
Y así fue transcurriendo el soleado jueves festivo 20 de julio en Bogotá. Las personas les pedían fotos a los militares. Los aplaudían, les lanzaban piropos… incluso con carteles con mensaje de agradecimiento les reconocían el valor y el honor de servirle al país.
No fue un 20 de julio más. Fue un 20 de julio donde, como hermanos, uniformados y población civil, se unieron para reafirmar a esta Fuerza Pública que estuvo, está y siempre estará para defender a esta bella nación llamada Colombia… esas Fuerzas Militares que como reza la oración patria estarían incluso dispuestas a “llegado el caso… morir por defenderte”.
Autor: Comunicaciones Estratégicas Fuerzas Militares de Colombia