Unidos por el Archipiélago los colombianos trabajamos para aportar a la reconstrucción de las islas.
Aquel 16 de noviembre de 2020, es un día que quedará grabado en la memoria de los isleños de Providencia y Santa Catalina. El huracán Iota se llevó innumerables inmuebles, pero no pudo llevarse la esperanza y la alegría de un pueblo raizal, unido y pujante, por cuyas venas ancestrales corre la fortaleza y la cultura europea y africana, y que hoy con el apoyo del pueblo colombiano construye una nueva historia, una nueva Providencia.
El paso del devastador huracán arrasó con cerca del 98 por ciento de la isla, afectando la infraestructura vital del Archipiélago. Casas, colegios, centros de salud, iglesias, espacios culturales, hoteles, posadas, postes de luz, árboles, embarcaciones, carros, motos, electrodomésticos y puentes sufrieron por la agresividad de los fuertes vientos y el agua salobre.
Iota fue un huracán categoría cinco, con vientos de hasta 260 kilómetros por hora y ráfagas de 297 kilómetros durante más de 12 horas continuas, afectando con toda su fuerza el Archipiélago colombiano, especialmente las Islas de Providencia y Santa Catalina.
Luego de varios meses, las arduas labores de reconstrucción en las islas no paran. Con el permanente apoyo de la comunidad, el Gobierno Nacional lidera la reconstrucción del tejido social de Providencia y Santa Catalina. La Fuerza Pública ha desempeñado un importante rol en las labores de remoción de escombros, limpieza de calles y avenidas, techando casas, transportando ayudas humanitarias, alimentos, materiales de construcción, y atendiendo cualquier requerimiento que facilite la convivencia y el bienestar ciudadano.
Son muchas las historias por contar, el huracán dejó una huella en la memoria de nativos, habitantes, extranjeros y visitantes.
La esperanza en medio de la tragedia
Juan Guillermo Brisas, comandante municipal del Cuerpo de Bomberos de Providencia, un antioqueño que lleva más de 30 años viviendo en la isla, fue el primero en atender la emergencia; con su equipo iniciaron la titánica labor de búsqueda y rescate. En su relato cuenta que a pesar del pánico que se apoderó de la población, había mucha esperanza porque pocas vidas se apagaron. De los más de cinco mil habitantes, tras los estragos del huracán, lamentablemente cuatro personas en diferentes circunstancias no lograron sobrevivir.
"Nosotros nos encontrábamos acuartelados en la estación, la infraestructura se nos vino abajo, cayendo sobre las máquinas y perdiendo comunicación de todo tipo, así que lo primero que hicimos fue verificar que todo el personal estuviera en buenas condiciones; al salir teníamos un solo objetivo: ayudar a salvar vidas. Con el paso de las horas nos dimos cuenta que las familias estaban bien, se aferraron a la vida, lucharon hasta último momento, así que de allí en adelante con nuestro equipo nos dedicamos a las labores de remoción y limpieza para habilitar las vías, pues todo quedó atravesado en la carretera", recordó Juan Guillermo.
Por su parte, el Padre Benito Huffington, Párroco de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores, contó los difíciles momentos que se vivieron. La solidaridad, la misericordia, la fortaleza y el ánimo de la gente fue lo que permitió que la tragedia no fuera mayor, asegura. "Éramos más de 120 personas resguardadas en la casa cural, Dios tenía la mano puesta encima de la gente, por eso no murieron tantas personas. Inicialmente estábamos repartidos en el centro juvenil, el albergue y la iglesia, pero cuando el techo se voló, nos amparamos en el despacho parroquial, colocando a salvo la vida de todos".
Desde el primer momento que se tuvo conocimiento de la emergencia, la Armada de Colombia dispuso de sus capacidades logísticas y humanas, enfocando su esfuerzo en apoyar a los raizales en las labores de búsqueda y rescate, habilitación de vías, acceso a la salud, comida y servicios básicos. El contralmirante Hernando Mattos Dager, comandante del Comando Específico de San Andrés y Providencia, asegura que en medio de la calamidad ve una oportunidad para hacer de estas islas un territorio insular con una nueva identidad, donde sus habitantes cuenten con viviendas dignas, en las que puedan crear un mejor futuro.
Construyendo sueños tras el paso del huracán
El sargento viceprimero Salazar Garcés Garivaldi trabaja junto a su equipo de 27 Infantes de Marina, que hacen parte de la Compañía de Construcciones Navales de la Armada de Colombia y que llegaron, el pasado 15 de diciembre, a bordo del buque ARC 07 de Agosto. El Sargento dice que su misión ha sido techar casas y todos los días bajo el incandescente sol, ve en el rostro de las familias la alegría, la fe y la esperanza al ver sus viviendas arregladas.
Este Marino de Colombia, con 21 años de servicio a la Patria, se siente muy orgulloso del trabajo realizado, su mayor satisfacción es ver que los isleños están recuperando su tranquilidad y seguridad habitacional, poniendo a su servicio toda su experiencia y liderazgo en el área de construcción. Desde muy niño estuvo involucrado en la construcción, pues ayudaba a su padre y sus tíos a construir casas en la ciudad de Cartagena. Hoy ha logrado techar más de 100 viviendas en el Archipiélago ayudando a los raizales en los momentos en que más lo necesitan.
Con siete años al servicio de esta compañía se ha convertido en un verdadero líder, guiando a los Infantes de Marina que hacen parte de su equipo. “Para mí trabajar con mi Sargento ha sido un honor, porque lo veo como un líder, como un padre, como alguien que en verdad merece que uno siempre esté allí para él, porque él siempre va a estar para uno”, relata con gratitud el Infante de Marina David Arias Gutiérrez, orgánico de la compañía.
Otra historia llena de esperanza es la de Jocy Suárez, una joven isleña que, en medio de la tragedia, encontró una oportunidad para demostrar sus capacidades. La comunicadora en formación de 22 años, conoció en el restaurante de su madre a Jonathan Malagón, Ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio, quien la hizo parte de su equipo de trabajo y la apoyó para continuar con sus estudios universitarios. Hoy, la joven cursa quinto semestre de Comunicación Social y se desempeña como aprendiz en la cartera de vivienda. Con su voz, talento, carisma y capacidades, se ha encargado de contar las historias de su comunidad y hacerlas visibles al resto del país, además de acercar la oferta institucional a sus familiares, amigos y vecinos, convirtiéndose en un puente entre el Estado y los raizales.
Los niños, el futuro del Archipiélago
Con el apoyo de los centros religiosos, Victoria Stevenson, una líder comunitaria que trabaja voluntariamente por el bienestar de los niños y personas que viven en refugios, cuenta que desde el paso del huracán ha dedicado su tiempo y esfuerzo para apoyar a la primera infancia con actividades que les permita el aprovechamiento del tiempo libre, refuerzo académico y rescatar la cultura ancestral y gastronómica. Al tiempo, gestiona recursos, frazadas, alimentos y elementos de aseo para ayudar a los damnificados que se encuentran viviendo en refugios temporalmente.
Victoria, técnica en Primera Infancia, asegura que su mayor recompensa es el agradecimiento de quienes más lo necesitan y la satisfacción de poder aportar a la reconstrucción del tejido social, en especial los niños en quienes está el futuro de la isla. Tras el paso de Iota y con el apoyo de la Policía Nacional, recursos propios y reciclando árboles que sirvieran como listones, adecuó un espacio al lado de su casa y construyó un salón para desarrollar las actividades académicas con los cerca de 40 niños y niñas, pues el lugar donde enseñaba antes, hoy está ocupada por cuatro familias de escasos recursos que se albergan mientras reconstruyen sus casas.
Francisca Robinson, madre de Shaira Paredes Robinson, una niña de ocho años que vive en Santa Catalina, cuenta que su hija sueña con ser parte de la Armada de Colombia, pues desde el paso del huracán ha sido testigo de la ardua labor que adelantan los marinos de Colombia con el #CorazónAzulado en el Archipiélago.
Todos los días Shaira observa vídeos en YouTube y desde ya se prepara para ser parte de la Institución Naval. La niña anhela ser parte de las tripulaciones que, a bordo de diferentes unidades, protegen la soberanía en todo el territorio nacional. Como ella, en cientos de niños y niñas del Archipiélago está la esperanza de ver renacer una nueva Providencia que poco a poco va recuperando su colorido, reactivándose para hacer de este territorio el paraíso azul de Colombia.
La reconstrucción completa del Archipiélago sin duda tomará tiempo. La misma naturaleza, las distancias y las circunstancias hacen que el proceso sea más complejo; sin embargo, la Armada de Colombia y todas las entidades del Estado con el apoyo de la empresa privada, seguimos comprometidas por hacer de las islas el mejor lugar caribeño, aportando a diario en la recuperación del folclor, la cultura, la gastronomía, el turismo y la economía local.
Fuente: prensa – Armada de Colombia